Unir fuerzas, echar mano del ingenio, mezclar, redefinir tipologías, borrar límites… son muchas las ideas que deben reconsiderarse en tiempos de crisis. Un equipo de arquitectos lo ha hecho en Madrid organizando The Hub, una oficina a tiempo compartido para emprendedores sociales que quieren “cambiar el mundo”. Las comillas son de ellos, tal vez para relativizar su propia definición.
Tampoco este estudio compartido de 350 metros cuadrados está drásticamente definido. Y esa es su mayor virtud. Cerca de Atocha y detrás del edificio CaixaForum de Herzog & de Meuron, este establecimiento de aire doméstico, ambiente creativo y aspecto povera, no oculta, más bien destaca, que fue un antiguo taller mecánico, tras ser cochera e incluso huerto. La memoria de los usos anteriores habla desde las huellas de un naranjo plantado en el antiguo cambio de aceite, los letreros de la cochera o los desconchados del último taller. Toda esa historia suma. El ambiente diáfano, cálido, cómodo y cercano es rico en sensaciones. Y moderado en presupuesto (145.000€). El Hub habla de hoy y reivindica, dulcemente, una urgencia sostenible. A medio camino entre una enorme vivienda, una sala de reuniones y un escenario clandestino, el local no tiene un rostro escurridizo. Hace de la indefinición de los tiempos y usos su propia definición. Y esa mezcla tipológica, lejos de restarle identidad, funciona como un traje a medida. Más allá de la viabilidad económica -que puede hacer convivir el despacho a horas para diseñadores que empiezan con la rentabilidad de las presentaciones nocturnas- este local suma usos y estéticas. Así, tras atravesar una puerta de garaje, los desconchados de las paredes, que remiten a los viejos usos, contrastan con la calefacción radiante bajo los tablones de madera en el suelo. Las butacas de piel gastadas (procedentes de un container de la calle) le dan la mano a las estanterías montadas con módulos de cajas de fruta. “El reto fue no diseñar”, explica Cayetana Quadra Salcedo, del estudio chqs, que firma la obra. El dilema fue elegir. Y la apuesta consistió en reforzar los cristales de la cubierta. Luego forraron las paredes de las salas de reuniones con fieltro de lana reciclada y dejaron visible parte de la señalética anterior. La línea no es nueva: Caruso & St. John o Lacaton Vassal se cuentan entre los precedentes de este tipo de proyectos. Pero la versatilidad del lugar, la decisión de concentrar el mayor gasto en los cristales reforzados y el diseño de un ambiente de trabajo cómodo, relajado, limpio y actual hablan de un tiempo en el que las ideas importan más que las imágenes.
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January 2017
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