"Si se hace una selección de los veinte mejores arquitectos españoles, en los quince últimos años hemos ganado muchísimos más premios que la selección española de fútbol en el plano internacional. El Priztkermundial, el premio europeo Mies Van der Rohe, la Bienal de Venecia, la exposición monográfica del MOMA de Nueva York de 2006 -donde en 60 años sólo había expuesto Brasil-, concursos internacionales...", explica Juan Carlos Sancho, que concluye que "hay una arquitectura 'roja',identificable, con características propias".
Los arquitectos Juan Carlos Sancho (1957) y Sol Madridejos (1958) componen desde 1997 una de las parejas más sólidas de la arquitectura española. Formados en los años 70 al calor de los trabajos de Oiza, Moneo, Carvajal y Campo Baeza, su estudio ha tocado todos los palos del ramo posibles, desde viviendas a bodegas, pasando por comisarías, iglesias y capillas, centros comerciales, museos y planeamientos urbanísticos. "Hay una arquitectura 'roja', identificable, con características propias"En plena burbuja del ladrillodecidieron dar el salto a China,donde durante ocho años han desarrollado proyectos en torno a Shanghai y Qingpu, sobre todo planeamientos urbanísticos. A la primera, Sancho da con la clave de la España de los últimos diez años. "Tanto la cultura como la educación a la hora de construir es diferente de la del resto de Europa, desde los políticos hasta los arquitectos", analiza. "En lugar de mejorar el producto prima la cultura del pelotazo". De hecho, en la última década, la "repercusión de la construcción de una vivienda ha sido inferior al 20% del valor final de las casas", el resto obedece a márgenes especulativos. "Ahora estamos haciendo unas viviendas en Suiza y lo primero que te exigen es que los materiales tienen que ser de buena calidad para que las casas tengan una durabilidad", apunta Madridejos. Para ambos, "la durabilidad es un aspecto más de la sostenibilidad", pues implica menos rehabilitación posterior. Una generación generosa Quizá influidos por el devenir de la crisis y el pesimismo general instalado en la profesión, barruntan un futuro grisáceo para los arquitectos españoles. "La crisis acabará con lo malo del sector y con parte de lo bueno", augura Sancho, que la compara con un incendio "que quita la hojarasca y parte de los árboles".A cambio, la burbuja ha contado con una generación de arquitectos que han hecho su trabajo desde la generosidad en forma de altas dosis de creatividad "extra", que "nadie les había pedido". "Ahora ya no se valora la calidad de los proyectos ni siquiera en obra pública". Hasta el punto que, esa generación tan creativa y valorada "también va a acabar muy tocada", dando paso grandes corporaciones globales gana-concursos, que se comerán a los estudios medianos, y nadie, ni los de mayor prestigio, están a salvo de la quema. Carabanchel, kilómetro ceroAntes de que proliferaran las manzanas cerradas de ladrillo, en el año 2000 afrontaron la construcción de 66 viviendas de VPO en Carabanchel, fronteriza con el viejo barrio sureño de la capital. Tuvieron la suerte de encontrarse un ensanche entero por hacer, con la M-40 al fondo como única referencia, y justo antes de que se convirtiera en una especie de pasarela de edificios firmados por arquitectos de fama mundial -Zaera, Isozaki o Mayne...-. La parcela tenía una forma triangular, permitía orientar las casas hacia el sur y dotarlas de vistas, pues está en la zona más elevada del PAU. "toda la pastilla delantera se abre hacia el parque, permitiendo la entrada de luz", explica Madridejos. "Conseguimos sacarle toda el partido posible a la normativa", añade Sancho. El inmueble puede presumir de ser el único del gigantesco barrio que fue acabado en piedra, un material mucho más resistente al paso del tiempo que el ladrillo o los acabados metálicos. Los amplios ventanales -algunas viviendas son dúplex-, su orientación y la ventilación de las viviendas las dota de excelentes condiciones para ser vividas. Una combinación de elementos muy difícil de encontrar en el resto del PAU, ni siquiera en las viviendas protegidas, todas ellas construidas durante el 'boom' del ladrillo. "Queríamos activar los espacios públicos, por eso sólo hicimos dos accesos desde el exterior y los patios comunes, buscando que los vecinos lo usaran y lo compartieran", explican. Algunas diferencias de parecer con la promotora (la EMVS) en los acabados y otros matices hicieron que el edificio no quedara completamente al gusto de los arquitectos. Tampoco los amplios espacios comunes a los que dan todos los portales, una de las ventajas del inmueble en su momento, han sido aprovechados finalmente por los vecinos para generar un proyecto de vida realmente comunitario y se han limitado a ocultarlos tras un seto. http://www.elmundo.es/elmundo/2010/11/25/suvivienda/1290705020.html
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