"Cuando la oferta aumenta, la calidad de los proyectos pasa a ser importante"
CASAS DE AUTOR | Dosmasuno Arquitectos Forman parte de esa hornada de arquitectos criados al abrigo de la explosión inmobiliaria, del 'baby' boom de los 70, de aulas universitarias atestadas, del influjo de los maestros locales -Moneo, Lamela, Campo Baeza, Rubio, Calatrava...- a los que tanto deben, pero de los que tanto hay que 'desapredender cómo se deshacen las cosas'. Pero, sobre todo, son hijos de la nueva arquitectura global, en la que las buenas ideas y el talento fluyen por todo el mundo. Gracias a esa internacionalización del gremio existe Dosmasuno, la suma de dos compañeros de pupitre, Néstor Montenegro e Ignacio Borrego, y la colombiana Lina Toro. Los tres han tenido ocasión trabajar fuera de España, en Europa, y conocen y admiran la escuela holandesa, una de las mecas de la Arquitectura actual. La firma de Borrego está asociada al Edificio Mirador, la mole agujereada de colores que corona el PAU de Sanchinarro de Madrid, un proyecto en el que participó durante su etapa en el estudio MVRDV. Rozan los 35 años pero los tres se pasean ya por las tarimas académicas, de la asignatura de Proyectos -la que más sentimientos bipolares genera entre el alumnado- de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid (ETSAM), aleccionando a la cantera. Muchos de sus alumnos se quedarán en el camino pues, hoy por hoy, el mercado no genera tanto trabajo. "Una cosa es construir pisos y otra hacer arquitectura", afirma Borrego. Cuando se vendía todo lo que se construía el diseño se resentía. En este momento "la calidad de los proyectos pasa a ser importante. Cuando hay exceso de oferta, el gusto cobra valor", añade. "Una vivienda bien diseñada es un espacio privado que no pierde el contacto con el exterior", una de definición que dejaría fuera los minipisos, los bajos interiores, los trasteros con cédula de habitabilidad... También cree que se pueden hacer viviendas baratas y bien diseñadas, como la Casa Syntes de Pinto, donde el coste del proyecto -sin contar el suelo- ronda los 975 euros por metro. Porque "la crisis ha detenido la producción, no el pensamiento", apunta Montenegro, y esto último es lo que determinará la supervivencia de los estudios que se baten el cobre hoy en día. La casa Syntes El punto de partida de la Casa Syntes no podía ser más abierto, una parcela de 8x30 metros, aislada, en un solar urbanizado al norte de Pinto (Madrid), en el que, crisis mediante,pasarán años hasta que se cubran todos los huecos. "Por eso las bases constructivas no estaban definidas", explica Lina Toro, y ser los primeros "nos daba la opción de inventar algo diferente" y, quizas, "haber marcado el nivel estético del vecindario", algo que no ha sucedido, pues a escasas parcelas de distancia los chalets que crecen son de lo más convencionales. La Casa Syntes es un adosado sin piscina, sin garaje y sin buhardillas, con un diseño original y asequible, con un coste de construcción de en torno a 975 euros por metro cuadrado, al que hay que añadir el precio del suelo, 1.200 euros/m. más. La Casa Syntes es un adosado sin piscina, ni garaje, ni buhardillas, con un diseño original y un coste de construcción de 975 euros/m2La fase creativa del proyecto únicamente partía de las premisas de privacidad y aprovechamiento del espacio de manera diferente. En una primer momento, la casa se planteó cubierta por un cableado metálico con cierta ondulación -paralela a la forma de las terrazas- que hubiera permitido recubrirla con una enredadera y salvar mejor los meses de verano. La idea fue desechada por el mantenimiento que requería y al final se optó por dejar las terrazas al descubierto. Toro destaca el "diálogo entre exteriores e interiores", las diagonales y la separación tan clara de los espacios, a pesar de las restricciones reales: el aparcamiento y el retranqueo obligatorio de dos metros que dictaba la normativa municipal. Así, el diseño definitivo es la suma de los deseos de privacidad de los promotores y el ingenio de los arquitectos, que juegan con los límites de esa normativa. Las vallas de la finca, por ejemplo, que debían ser de dos metros, quedan a más de tres desde el interior, ya que "decidimos bajar 90 centímetros sobre la línea de rasante para proteger la casa del calor y ofrecer más privacidad". "Nos obligaban a construir dos plazas de coche, pero decidimos prescindir del garaje convencional y despejar el acceso a la casa", explica Lina Toro. En caso de optar por la opción común, lo estrecho de la finca hubiera obligado a atravesar el garaje para llegar al salón y al resto de las estancias", añade Borrego."Eso implicaba atravesar el garaje para llegar al salón". De hecho, debajo de esa entrada que enseguida se eleva queda un estudio con vistas a un patio interior que simula con un techo reclinado que simula una buhardilla.
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